Comentario
Una primera cuestión que debo aclarar es la del contenido de este contexto, ya que su título, "Arquitectura del territorio de Hispania", además de no ser muy corriente, puede prestarse a equívocos, aunque menos, a mi entender, que sus posibles alternativas: "Alta ingenieria hispanorromana", que era el título anunciado, o alguno más tradicional, como podría ser el de "Obras públicas en Hispania", o cualquier otro de parecido tenor, que plantearían similares ambigüedades y mayores incongruencias históricas e historiográficas. Toda etiqueta que haga referencia explícita a la Ingeniería pasaría por alto el hecho de que, cuando aparecen documentados, los autores de las obras romanas de ingeniería no son ingenieros, que no existían entonces ni como grupo profesional diferenciado ni, obviamente, como denominación equivalente, sino que se llaman a sí mismos arquitectos, como era de esperar en función de lo que Vitruvio les atribuye a éstos como campo de actividad profesional. Por lo tanto llamar ingenieros a sus autores sería tan chocante como cuando en la traducción castellana del "Yo, Claudio", el emperador nos dice que "Augusto había concedido el título de Jefe de los Cadetes..". a Marcelo, y más adelante, al referirse al desastre de Varo en el bosque de Teutoburgo, menciona la pérdida "de los regimientos Diecisiete, Dieciocho y Diecinueve". Las referencias a Obras públicas, siguiendo de alguna manera los conceptos administrativos actuales, o mejor dicho decimonónicos, tendrían poca aplicación a los edificios romanos, entre los que un templo también sería obra pública.
El nombre adoptado para este contexto trata de reflejar, en la medida de lo posible, el contenido de lo que quiero exponer: "Arquitectura", para ser congruentes con los términos profesionales de la época. "Arquitectura del territorio", excluyendo así las ciudades hispanas, a fin de no entrar en obras que corresponden a la escala urbana con claridad. Por lo tanto, estudiaremos los puentes y los badenes de las calzadas romanas, los pantanos, con las tomas de agua y las arcuationes de sus acueductos, las cisternas, los puertos y faros, obras todas ellas relacionadas con el agua y el transporte; ni qué decir tiene que es al territorio peninsular de la antigua "Hispania", España y Portugal, al que dirigimos nuestra atención.
No cerraré esta introducción sin manifestar nuestra admiración por aquellas obras, pues no en vano muchas de ellas aún prestan servicio, explicándonos con claridad el acierto de sus ubicaciones, la solidez de sus estructuras y la durabilidad de sus materiales. Desde el legendario puente de Alcántara, hasta la puente Zuazo de San Fernando, los puentes romanos, más o menos transformados, están en uso hoy día, y bien intenso por cierto, de tal forma que aún se confía en ellos cuando es necesario efectuar transportes especiales, pues cuentan que las grandes piezas de las centrales nucleares extremeñas, viajaron desde la costa gaditana hasta sus emplazamientos pasando por los puentes romanos, que fueron preferidos a los actuales.
También es sabido que la red hidráulica de la capital de Extremadura se surte aún del pantano de Proserpina, fabricado por los romanos con idéntico fin; también consta que el faro de La Coruña está aún en pie y que el acueducto de Segovia mantiene en activo el principal valor que, en mi opinión, poseyó en la Antigüedad: ser un símbolo perfecto de los poderes de Roma para humanizar el territorio.